En Finlandia, donde el silencio parece un idioma propio, existe un viaje que se disfruta sin prisa: el trayecto nocturno que une Helsinki con la nevada Laponia. El Santa Claus Express, el mítico tren que conecta la capital con Rovaniemi, se ha convertido en una de las experiencias más especiales del invierno europeo, llevando a miles de viajeros hacia el hogar oficial de Papá Noel en un recorrido que combina paisaje, nostalgia y aventura ártica.
El viaje comienza en la icónica estación central de Helsinki, un edificio art déco diseñado por Eliel Saarinen que resume el espíritu finlandés: sobrio, funcional y un poco melancólico. Desde allí, las locomotoras de VR avanzan hacia un norte cada vez más blanco. Lo hacen sin apuro: mientras el avión llega en una hora, el tren tarda unas doce. Y justamente ahí está el encanto, en recuperar la lentitud como parte del viaje.

El Santa Claus Express recorre 826 kilómetros y atraviesa ciudades como Turku, Tampere y Oulu antes de cruzar el límite invisible donde comienza el Ártico. Por fuera parece un tren moderno; por dentro tiene el encanto sencillo de los compartimentos de madera, las mantas gruesas y esa mezcla de olor a metal y nieve que se cuela en cada parada. Se puede viajar en asiento reclinable, aunque las cabinas privadas; compactas, cálidas y diseñadas con precisión, son la opción preferida de quienes quieren dormir mientras el paisaje se vuelve completamente blanco.
El vagón restaurante, abierto hasta medianoche, sirve platos típicos finlandeses como sopas espesas y guisos de reno. Es comida sencilla, pero perfecta para acompañar el ritmo del tren. En invierno la oscuridad domina casi todo el trayecto, mientras que en verano el sol de medianoche convierte la ventana en una película infinita. Y aunque la estética importa, también lo hace la sostenibilidad: según VR, este viaje emite un 95% menos de CO₂ que hacerlo en avión, una razón más para elegir el camino lento.

Rovaniemi recibe al viajero con una luz azulada que parece filtrada por hielo. A solo 8 kilómetros del centro se cruza el Círculo Polar Ártico, justo en la entrada del Santa Claus Village, donde Papá Noel vive oficialmente entre postales, renos y una línea blanca que señala el paso al norte absoluto. Pero la capital de la Laponia finlandesa es mucho más que su clásico decorado navideño. Con unos 63.000 habitantes, fue rediseñada tras la Segunda Guerra Mundial por Alvar Aalto, quien trazó la ciudad con forma de cabeza de reno vista desde el aire, mezclando hormigón, luz natural y el equilibrio nórdico entre calidez y minimalismo.

Entre sus imperdibles está Arktikum, un museo semienterrado bajo una enorme bóveda de cristal donde se entiende cómo es la vida en el Ártico y la cultura sami. Muy cerca, el Korundi House of Culture reúne arte contemporáneo finlandés y música clásica. Para quienes quieren probar sabores locales, el Roka Street Bistro es una parada obligada: cocina moderna con ingredientes del norte como salmón salvaje, arándanos o reno curado.